Desde muy niña, mis maestros de la Escuela domingo Matheu de Gualeguaychú, me enseñaron a ahondar en el espíritu de libertad que abocaba El Ilustre José de San Martín.
Concurrir a la plaza a la tarde, sentir el clarín,desde niña me emocionaba.
Me gustaba cuando me planchaban con almidón (delato mi edad)las tablitas chiquitas de mi guardapolvo blanco y me ataba a la cintura un moño grande.
Me sentía feliz por estar seleccionada para concurrir a la plaza.
Y de a poco en esa infancia tan feliz, comencé a incorporar en mi vida los valores que él había destinado a su hija Merceditas.
Los comparto:
Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que no perjudican. Stern ha dicho a una mosca -abriéndole la ventana para que saliese: “Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos.”
Amor a la verdad y odio a la mentira.
Inspirar gran confianza y amistad pero uniendo respeto.
Caridad con los pobres.
Respeto sobre la propiedad ajena.
Acostumbrar a guardar un secreto.
Indulgencia hacia todas las religiones.
Dulzura con los criados, pobres y viejos.
Hable poco y lo preciso.
Estar formal en la mesa.
Amor al aseo y desprecio al lujo.
Amor por la patria y la libertad.
Gral. don José de San Martín (Argentina, 1778-1850)
Por eso a esta fecha la siento muy mía y por ello la comparto, para multiplicar en la lectura primero de los valores y luego en su aplicación, a todos aquellos que amen ser libres.
La idea de libertad no es externa, comienza en nuestro interior y se agiganta explotando en nuestro pecho con alegría, para acercarla a quienes carezcan de ella.
E.Z.
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