lunes, 19 de abril de 2010

Se transformó la receta...



Me estoy riendo de cosas que he estado pensando hacer.
Hoy debía modificar algunos aspectos del blog. Poner por ejemplo algunas recetas de cocina, hablar sobre la magia de los colores, un poco de Feng shui, salud, hogar...
Algo que me sacara hacia otros aspectos , ser un caminante de la vida más tranquilo, con temas habituales sin afirmaciones construídas y usando creatividad expansiva.
Como vivo en ciudad siestera, me acosté viendo que la computadora me estaba haciendo una mala jugada, porque se cortaba internet, y me dormí.
Y ahora estoy sorprendida, conjugué un buen verbo "unir", con situaciones y personajes atemporales.

En mi sueño apareció Don González Tuñón, en una mesa de café con Juan Gelman, Neruda, Eric Weiner, Choly Berreteaga, un profesor de literatura de la secundaria D. Silvestrini, y más allá en otra mesa mis hijos, mi esposo y yo tímidamente fascinados por esa conversación.
Era como que todos querían hablar y decir cosas, salvo Weiner que escuchaba, hacía avioncitos de papel con un planisferio y en algunos momentos aplaudía.
Choly servía con alegría unos canapés muy coloridos,se la veía muy jovial y Neruda le decía al oído palabras muy amables que la sonrojaban.
-¿Le habrá estado recitando un poema? ¿Cuál? tendré que mandarle una cartita al canal para que cuente.
El Profe Silvestrini en un momento se dio vuelta y me dijo: -para aprender hay que sentir, así que salga a la calle, experimente los cinco sentidos que Ud. posee a través de las sensaciones y luego, al regreso escriba, escriba....
Me sorprendió.
Pero los que me intrigaban eran Tuñón y Gelman, que hablaban muy bajito entre ellos, como confabulando una travesura literaria, sonreían, por ahí parecía como que recitaban ,comían unos canapés y seguían con sus impulsos creativos, hasta que Gelman tomó un papel y diseñaba algo así como un camino con gente de diferentes lugares.
El autor de "La geografía de la felicidad", le marcaba las rutas.
Rutas alternativas, por si estaban cerradas, proponía una esperanza.
Zás, dije yo, le está dando la clave de la felicidad, por donde marchar él y los que lo acompañan.


Me paré, pero me parecía como que tenía pegada la silla y no podía marchar.Quería espiar la ruta. Era como que estaban diciendo una cosa, pero para dar a entender otra.
Mi cerebro imaginario me daba pistas...me veía feliz.
¿Habré encontrado el camino que señala Weiner? ¿Quiénes lo tomarán?
No sé a donde lleva, pero vamos les decía a todos los que estaban en el café, personas desconocidas que me miraban sin luces en los ojos y bronceados sin aire, sin plantas.
Me palpitaba el corazón y Neruda me dio la mano como arrastrándome y me regaló un papel, sin nada escrito. Me dio miedo, pero el me sonreía...sonreía.
Sonó el despertador y mi corazón sorprendido latía con el lujo de la salida al café de no sé donde ni cuando.
Pero yo lo viví con temor disminuído y optimismo aumentado.
Es quizás un misterio pero un misterio de creatividad, con la humildad de ser una aprendiz.
Se transformó mi receta de cocina en una receta de transformación personal.
Me descalzo y sigo pintando en azul.

Prometo para otro día unas Peras al Borgoña.






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